El viaje de El Capitán hacia el vacío dentro.
El capitán lo tuvo todo. Lo perdió todo.
Ahora navega los confines del universo en solitario, a bordo de su vieja nave de exploración y reconocimiento. Modelo EIM-23, nombre “La Dorada”. Las naves de esta clase se distinguen por ser sumamente resistentes a las hostilidades de los viajes espaciales;
extremas temperaturas, presiones atmosféricas, unos reactores versátiles tan potentes como la tecnología lo permitía.
Al mando el único ser vivo que se las arregló para llegar al centro de una estrella y salir vivo.
No había lugar en esta galaxia o cualquiera otra al que no pudiera llegar. “No es cierto, sí lo hay” pensó el Capitán mientras veía a través de su visor ocular, una simple ventanilla con protección de los rayos más agresivos para la vista.
Se deleitaba viendo un verdadero espectáculo. El baile que hacen dos estrellas de neutrones girando una alrededor de otra, acercándose cada vez más.
Debido a su descomunal fuerza de atracción se despedazan mutuamente, siendo el último momento el más violento. Resultando al final en un agujero negro. Todo el proceso duraba unos cuantos millones de años, el Capitán las veía desde una distancia prudente.
La exploración espacial había dado pasos agigantados una vez que se halló la clave para incorporar reactores nucleares tan estables como para ser la principal fuente de propulsión.
Otra clave había sido el manejo de los campos de atracción/repulsión que daban los astros.
Con todo esto, se seguía sabiendo demasiado poco sobre ciertas cosas. Como la atracción destructiva de dos estrellas. El estar cerca las destruía, sin embargo no había nada que pudieran hacer para evitarlo.
Pensó en el amor, y en su Amor. Cuán parecido era con esas estrellas. No pudo evitar estar con ella, a sabiendas que nada bueno podría resultar. Su propia danza se prolongó durante años, con momentos de paz y confort tan prolongados que llegó a pensar que al final podría resultar, bajo un milagro divino las cosas terminarían bien. Al final se equivocaba. Las cosas terminaron como era de esperarse; de la peor manera posible. No hubo más remedio que irse. El espacio siempre le pareció atractivo.
En su opinión, lo único que estaba a la altura de la condición humana. Por ejemplo, estaba siempre expandiéndose -un verdadero problema para los cartógrafos- buscando el límite dentro de su propia existencia. El hombre desde su aparición en la tierra, se embarcó en una búsqueda por más. Más territorio, más recursos, más vida, más poder. También estaba el inconmensurable vacío.
Según los más recientes estudios, el cosmos es sólo 10% materia, el resto es lo que se conoce como anti-materia. Los humanos también eran en su mayoría vacíos a nivel atómico, y más aún a nivel existencial. Todo lo que hacían, descubrimientos, innovaciones, ciencia-arte, era un inútil esfuerzo por llenar un vacío. Para probarse que había algo más profundo y significativo en su naturaleza. Algo que justificara su deseo por más (curiosamente este deseo era un síntoma más).
Luego estaban las estrellas que tenía enfrente. No hacían más que seguir una con la otra.
Cada vez más cerca, para que al final, cuando no sean más que una insignificante reminiscencia de su verdadero ser, y estén por fin juntos, se sacrifiquen al más grande y peligroso de los vacíos, El hoyo negro.
La prueba final de que la luz en la vida no es sino una ilusión. El verdadero espejismo.
La verdadera naturaleza de las cosas se revela en la oscuridad, al contrario de lo que la gente entendía por “iluminación espiritual”. Nada supera a la oscuridad, así como la luz no escapa del agujero. Ahora mismo saboreaba su soledad, su fracaso inevitable. Siempre se sintió solo en cierta medida, y ahora disfrutaba su exilio en el único lugar donde podía asegurarse ningún otro fracaso.
Sus pensamientos son interrumpidos. Una alarma en la cabina suena estruendosamente.
El capitán flota hasta allá, son los sistemas de ecolocalización. Un objeto pasó a su lado a una velocidad sorprendente. El capitán amplía el espectro del radar. Calcula su destino y procedencia. Apenas cree lo que ve.
Se trata de una pequeña nave. Su ruta parece no tener sentido, hasta que observa un pequeño planetoide que se interponía en su camino. Hizo más cálculos y no se equivocó al pensar que con las maniobras correctas se podría aprovechar su fuerza gravitacional para seguir en esa ruta por una distancia incalculable.
El Capitán estaba atónito. Él mismo se consideraba temerario al estar tan lejos de los límites conocidos, quién sabe hasta dónde pudiera llegar. "Supongo que nunca lo sabré" pensó mientras veía como el rastro de energía que dejó la nave en su radar desaparecía. En el último momento, bajo un impulso imprevisible, calculó la trayectoria, encendió el reactor y siguió a la nave fantasma.
El rastro era apenas lo suficiente como para llegar hasta donde pudiera encontrarlo otra vez, un segundo de retraso y lo hubiera perdido. Amplió una vez más el espectro del radar para buscar con más precisión el astro que necesitaba. El problema con los reactores que impulsan la nave era que solo podían hacer un gran gasto de energía -como el de ese momento- por cortos periodos de tiempo. Es por esto que los astros y la energía liberada por otros fenómenos cósmicos era esencial.
Ahora, la velocidad y tamaño de este planetoide -QK3600- era tan inusual como útil, bajo los cálculos correctos. Una ligera falla y podría estrellarse o tomar la ruta equivocada -aunque en este caso se careciera de destino en concreto-.El Capitán tenía esto en mente cuando saltó a la acción. La única duda era por qué. Después de todo, siempre era posible que la 'nave fantasma' no fuera más que un espejismo, un astro en movimiento o un mal funcionamiento del equipo, tal vez estropeado por las estrellas de neutrones. "No, el equipo funciona bien, y esa trayectoria es demasiado compleja para un astro. Tiene que ser una nave." Ajustó el reactor, la navegación y la trayectoria. Siempre pendiente de los niveles de energía. Todo iba bien. Se asomó por el visor para observar cómo se libraba por un pelo de estrellarse con QK3600.
La fuerza gravitacional actuó sobre la trayectoria, el rumbo se ajustó al establecido y ordenó al reactor aumentar la energía. Un éxito remarcable sin duda. Ahora podía bajar el reactor a los niveles mínimos sin desacelerar a la increíble velocidad a la que viajaba. Solo quedaba cuidarse de anomalías inesperadas y continuar buscando su nave fantasma.
Continuó sin rumbo y sin problemas durante un tiempo, hasta que en cierto momento, mientras revisaba sus mapas de navegación, la alarma en la cabina de mando volvió a sonar. Los sensores detectaban un objeto de tamaño pequeño viajando a una cercanía espantosa. A la velocidad a la que viajaba resultaba en extremo peligroso, debía descubrir qué era y alejarlo lo más pronto posible. Se asomó por el visor ocular. Vio a corta distancia un sistema binario que convivía en armonía (no como las estrellas de neutrones) y un par de planetas. Nada tan cerca como lo marcaba el radar. Revisó los ecolocalizadores, el radar, los sensores alternos.
No le costó definir su trayectoria, y por el paralelismo con la suya pudo inferir que había llegado hasta ese punto usando el mismo QK3600. El que lo había alcanzado solo se explicaba con que el objeto llevaba una velocidad inicial mayor a la suya, y pasado el tiempo fue disminuyendo a causa de a fuerza de otros astros (algo que también le hubiera sucedido a él si no fuera por la compensación de la que le proveía su reactor).
Esto le dejaba dos opciones; no era más que un asteroide perdido que, bajo una gran coincidencia siguió al pie su complicada ruta, o bien podría ser la pequeña nave tripulada que… “Me está siguiendo” se asomó de nuevo por el visor ocular, aun sin distinguir nada.
Entonces se empezó a fijar en las estrellas lejanas, las cuales parecían desaparecer y aparecer por intervalos regulares. En el mismo eje, como si algo las obstruyera. Ahora podía tantear con mejor precisión Tomó el mando del rayo tractor, invirtió los polos y empujó a esa endiablada cosa que amenazaba con terminar su viaje antes de tiempo.
Cuando los radares marcaron una distancia suficiente el capitán se dio por satisfecho. Se dirigía a su dormitorio cuando las alarmas sonaron, esta vez tan fuertes que debía ser un verdadero estruendo en el silencio eterno que los rodeaba. El objeto regresaba, ahora directamente hacia él. Elevó los escudos, aumentó la velocidad llevando el reactor -y su resistencia- al límite. Todo en un esfuerzo por esquivar eso que se aproximaba con afán de destruirlo. Un esfuerzo inútil al final.
La colisión fue dura, no lo suficiente como para penetrar su escudo, pero sí lo suficiente para sacarlo de rumbo, girando en el vacío. En el interior de la nave las cosas comenzaron a chocar unas con otras, sacudiéndose en todas direcciones. En un esfuerzo por no dejarse morir en esas condiciones, El Capitán se sujetó de los controles, alcanzó el mando del rayo tractor, invirtió los polos una vez más y se sujetó de lo más cercano. Su rayo no era tan potente como para acercarlos, pero un par de minutos después recuperaba un poco de estabilidad.
Cuando tuvo oportunidad vio de lo que se sujetaba, río como loco por la ironía. Se trataba de la nave fantasma. En medio del caos la había encontrado en lo que parecía un estado de reposo. Más que sorpresa sintió un alivio inmenso al comprobar su existencia. Se despabiló para comprobar los daños. El reactor estaba inestable, bastaría con reducir los niveles al mínimo.
Todo lo demás (escudos, navegación, radares, incluso el rayo tractor) necesitaban reparaciones menores. Decidió no forzar su nave y apagó todo (con excepción del reactor que jamás podía apagar) quedándose por primera vez desde que saliera al exilio, en completa oscuridad.
Ahora el vacío, por dentro, por fuera y a su alrededor, era absoluto.
…
"¿Cuánto tiempo llevo fuera? “ pensaba mientras vigilaba a su nave fantasma, la cual seguía sin moverse. “Mi calendario marca casi dos años, ¿pero qué significa eso?
dos vueltas más de un planeta lejano alrededor de su estrella. En todo caso dos años es demasiado, no puede ser que haya pasado tanto, quiero decir, todavía puedo sentirla, todavía sufro lo que hice hace tanto y tan lejos, ¿dónde está la lógica?” Miró por el visor ”La mayoría de esas estrellas ya no existe, sus luces sin embargo, son tan fuertes que viajan millones de años luz en tan poco tiempo. Eso es importancia, significado, no las acciones humanas” Pensó un poco más en la historia humana.
Todas esas guerras, ideologías, técnicas y métodos de la que tanto se jactaban como especie.
Si tan solo pudieran ver lo que él, sucumbirían al dominio del cosmos bajo su propia irrelevancia en el universo. La explosión de un astro, colisiones de asteroides, “La danza de las estrellas de neutrones”. La nave fantasma se movía.
Su nave no estaba en condiciones de hacer un viaje duro, pero haría lo posible por seguirla hasta perderla de vista. Con el reactor a los niveles mínimos, ayudándose del rayo tractor, y exprimiendo la fuerza de atracción de cualquier astro que se encontrara, logró darle una decente persecución. Con frecuencia pensaba en establecer contacto por algún medio, pero lo descartó. ¿De qué le serviría convivir con otro ser humano? El escogió el espacio para exiliarse porque no tendría que soportarlos de nuevo. Su único interés residía en el viaje, y en llegar lo más lejos posible.
Y por lo visto tampoco pareciera que nadie dentro tuviera deseos de contactarlo a él. No, estaba solo y lo estaría hasta su muerte. Lo único que se le antojaba era dormir. Y dormir hizo.
…
La pista de despegue estaba desierta. Por ley no permitían despegues mientras lloviera, y ese día llovía a cántaros. No le fue fácil entrar a La Dorada e iniciar los sistemas de despegue. Ansioso seguía asomándose por los visores, buscándola aparecer en la plataforma, empapada por la lluvia. “¿Por qué tarda tanto?”
Faltaba la descompresión y reoxigenación de la cabina -funciones que no podía terminar hasta que Ella entrara-, por lo demás estaba listo para el despegue. Llevaba ya demasiado tiempo dentro de la cabina, unos minutos más y las alarmas silenciosas comenzarían a sonar en los bipers de los coordinadores de despegue. “¿Por qué tarda tanto?” Finalmente su cabeza asomó por la plataforma, subía las escaleras sin prisa y lágrimas que se confundían con la lluvia.
No llevaba su traje sino un vestido de flores y una chaqueta ligera de cuero, empapados sin remedio. No llevaba su traje. “¿Qué pasa?” dice el Capitán asomando su cabeza, se moja un poco el rostro. “¿Dónde está tu traje?” “No iré” dijo sosteniendo una mirada ausente. El Capitán permaneció inmutable, aunque por dentro toda esperanza albergada se derrumbara, cerró las puertas sin más.
Ella comenzó a bajar. Terminó con la descompresión y reoxigenación. De tanto en tanto se asomaba por el visor. Ella, lo más cerca que puede estar de la pista sin arriesgarse, permanece hasta su partida, e incluso hasta después, no le despega los ojos hasta que la pierde de vista.
No importa, la elección está hecha. No importa. Se suponía que huyeran de esto juntos. Él asesinó a su mujer por Ella. Ella debía hacer lo mismo con su hombre. Al final no cumplió.
Traicionó al Capitán por él. Lo escogió a él “Al diablo” se dijo sin poder sacársela de la mente por mucho tiempo, y jamás de forma permanente.
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… Un poco de turbulencia lo despertó. Los sistemas seguían apagados. Los encendió.
La nave fantasma seguía cerca, pero por alguna razón su rastro se hacía cada vez más tenue.
Su confusión aumenta al revisar los radares. No tienen sentido, sin duda están demasiado estropeados. Sin más remedio se asoma por el visor. Quedó maravillado.
Ante sus ojos tiene, lo que es sin duda, la más grande expresión de belleza cósmica. Una nebulosa. Gases condensados, eso es lo que son después de todo.
Aun así, al Capitán le inspiraba la más profunda felicidad y paz. Esta nebulosa en particular era su favorita, la nebulosa del Águila, de colores amarillo y verde. Lo que hubiera dentro le era un completo misterio, para él y el resto de la humanidad.
La alta concentración de gases y emisiones de energía interfería con los sistemas de navegación. Es por esto que ningún explorador se adentraba dentro y regresaba con éxito para contarlo. Sin embargo, para allá se dirigía la nave fantasma, arrastrándolo a él con su propio rayo tractor. Los sistemas no respondían, y no había forma en que escapara de eso sin comprometer el reactor. No le costó pensar que dejarse llevar era la mejor opción, después de todo, si iba a morir, sería mejor dentro de la nebulosa, aplacando un poco de su curiosidad personal. Conforme más entraban, más impredecible se volvía el equipo de la nave, e incluso su visor ocular, la única herramienta con la que podía contar hasta en la situación más adversa, se volvió totalmente inservible. Gracias a la alta densidad, los gases nublaban todo a su alrededor.
Una sacudida, esta vez más fuerte, disparó una alarma en la sala de propulsión. El Capitán, alarmado, flotó hasta allá, temiendo siempre lo peor. Lo primero que revisó fue el reactor. No se equivocaba, los niveles de energía habían alcanzado un estado crítico, y continuarían subiendo hasta que hiciera algo. Comprobó los alternadores y reguladores, y sin entender del todo lo que había fallado, regresó a prisa a la cabina de mando. El calor aumentaba sin mesura. Liberó el seguro del control del reactor, bajó todos los interruptores de golpe, activó los sistemas de enfriamiento de emergencia -estos en particular podían resultar peligrosos, pues cabía la posibilidad de dejar el reactor inservible-. Ya que esta era una maniobra de último recurso, no sabía qué esperar. Aguardó unos segundos, pero los niveles no bajaban. Se asomó a la sala del reactor. Dentro, todo estaba frito, con excepción del reactor, que seguía funcionando.
"Debe estar absorbiendo energía de fuera". Se asomó una vez más por el visor, esperando obtener alguna pista de lo que estaba pasando. Vio algo de una belleza impronunciable, lo que muchos han llamado Dios, otros la energía natural del cosmos de la que todos nos nutrimos. Bien podría ser el mismo centro del universo, el origen de la vida y la materia. Un espacio inmutable. La nave fantasma se adentraba, con él detrás. Una vez dentro, las respuestas a todos los conflictos existenciales se encontraban ahí, incluida la suya, el vacío insostenible, pilar del alma humana, desapareció dentro de él.
Los sistemas eran críticos, La Dorada hervía en calor. El capitán se despedía en silencio de su fantasma, ese que lo siguió hasta la muerte. ¿Por qué lo siguió? Ja, sí lo sabía, fue lo único que tuvo seguro desde el inicio. Se limitó a pronunciar su respuesta en silencio. Cerró los ojos, se dejó ir.
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